domingo, 12 de junio de 2011

Henning Mankell

El escritor sueco Henning Mankell tiene dos registros muy marcados. Es autor de una decena de novelas que cuentan las peripecias del detective Wallander en el frio norte, y es tambien autor de obras de teatro, cuentos para niños y relatos sobre Africa, donde muestra una exquisita sensibilidad poetica. Su ideologia izquierdista se aprecia en las preguntas que se hace Wallander (piensa “algo está podrido en Suecia” parafraseando a Hamlet), y en su critica del mundo estratificado y de las guerras.

Ahora bien, lo que importa de este autor no es nada de eso, sino su profundidad unica para explicar el alma humana que sobrevive en los mas desheredados de la tierra. Cuando uno intenta averiguar cual es el ser mas infeliz del mundo, o lo imagina, tiene que leer despues a Mankell para darse cuenta de que probablemente hay alguien que sufre mas. Su novela Comedia infantil de 1995, que fue traducida al ingles en 2006 (Chronicler of the winds) y al español en 2009 (Cronica del viento, Tusquets), relata la vida de un grupo de niños abandonados en las calles polvorientas de Mozambique. Los niños han terminado en una ciudad sin nombre empujados por la crueldad y la locura en los poblados. A pesar de que la atrocidad de sus vidas les aproxima mas a animales que buscan dia a dia alimentarse para sobrevivir, la fuerza de lo humano florece entre basuras y escombros. Los niños se organizan, tienen visiones y sueños, albergan sentimientos, aunque sabemos, como angustiados espectadores, que van directa e irremediablemente a la ruina. Lo mas impresionante es comprobar como un escritor nacido en la pulcra Suecia (aunque vive parte de su tiempo en Africa) es capaz de mimetizarse con esos seres inexistentes que ponen a prueba la idea dignidad humana.

El libro produce desasosiego. En una reciente visita a Mozambique he comprobado que existen sonrisas por doquier y que es un pais amable. Pero la novela de Mankell escarba en las heridas mas sangrantes en 1995, solo años despues del acuerdo de paz tras una horrible guerra civil, y hace sentirse mal. Los niños de la calle, que se llaman a si mismos Bomba, Tristeza, Rico o Mandioca, se diferencian poco de los perros callejeros y su maxima aspiracion no es economica, conseguir unas alas de pollo o unos zapatos, sino hacerse con una carta de identidad donde sepan por fin cual es su verdadero nombre.