lunes, 31 de diciembre de 2012

La Buena Fortuna

Después de escribir el Quijote, Cervantes sentía ser conocido sobre todo por esta obra de entretenimiento, y quiso escribir otra definitiva, una historia culta y edificante, y así surgieron Los trabajos de Persiles y Sigismunda, su último libro. En la dedicatoria Cervantes confiesa: “Ayer me dieron la estremaunción y hoy escribo ésta; el tiempo es breve, las ansias crecen y las esperanzas menguan y, con todo esto, llevo la vida con el deseo que tengo de vivir”.
Los trabajos de Persiles y Sigismunda es, a nuestros ojos, un relato largo con muchas desviaciones y difícil de leer. Cuenta las peripecias de unos enamorados del norte de Europa que, en su viaje a Roma, deben hacerse pasar por hermanos y sufrir numerosas penalidades, hasta que al final revelan su auténtica identidad. A pesar de lo arcano de la historia, el texto está trufado de deliciosos encuentros, profundas reflexiones, y cuentos que, por si solos, podrían dar lugar a una pieza de teatro o a una novela autónoma. Por ejemplo, el terrible episodio en el que dos príncipes enamorados de una misma princesa pálida y enferma tienen que luchar entre ellos para dirimir las dudas del corazón de ella; en la batalla vence uno que queda malherido y cuando llega a los pies de la amada aprende que ha muerto y el muere también.
Pero ahora traemos a este blog el texto de Cervantes por algo más puntual: una breve reflexión sobre la suerte del genio de Alcalá. En el capítulo 12 del Segundo Libro, Cervantes apunta: “Al Amor, al Interés y a la Diligencia dejó atrás la Buena Fortuna que, sin ella, vale poco la diligencia, no es de provecho el interés, ni el amor puede usar sus fuerzas”. Cervantes está retratando a la diosa Fortuna, que los antiguos respetaban mucho y nosotros hemos olvidado. Todavía Napoleón, cuando oía hablar bien de algún político o general, preguntaba a continuación: ¿Y tiene suerte?
La buena o mala fortuna  opera en la vida sin que podamos hacer nada para impedir su intervención. Comienza con los padres que nos tocan, o con el lugar y la cultura en que nacemos. Después se cruzan personas y situaciones que van a alterar nuestras vidas. Algunos creen en el destino, otros piensan que no hay casualidades, mientras otros intentan como héroes desesperados cambiar su sino. Estos piensan "al saber llaman suerte", y no les falta razón. Hay que saber atraerla y cortejarla.
Sea como sea, no hay más remedio que dejarse llevar un poco por el viento de la fortuna. Y aquellos que sufren reveses, que hagan de tripas corazón o saquen fuerzas de flaquezas (cita del Quijote), mientras que los que han recibido parabienes deben bendecir y disfrutar su suerte. Sabiendo que muchas veces la vida da con una mano lo que con la otra quita. Puede caerte un meteorito en la cabeza, pero luego una estrella se posa sobre ti y te eleva.
En este último dia del año, Feliz y Venturoso 2013 para todos! Que la fortuna nos acompañe y que sepamos atraerla!

lunes, 17 de diciembre de 2012

Gran Via













Pasos ligeros y pausados, niñas de pupilas como acero,
pelos rapados, corazones en vela, ilusiones que huyen al centro,
multitud de almas que sumadas hacen una,
miés al viento de la gran ciudad.

Todo lo humano me engancha.
¿Qué mueve a este y al otro?
¿Cuáles son sus miedos más queridos?
¿De qué pasado irreal vienen?
¿En qué metro acabará su despertar?

Me faltan ojos para vivir,
me faltan labios para vencer,
me faltan almendros para soñar,
me faltan sabores para probar,
me faltan vidas para comprender.

El soplo del alma golpea en la cara,
la muerte no ha dado su señal,
el odio me persigue y logro esquivarlo,
soy libre, también del dinero,
he conocido el amor más profundo,
soy parte del universo donde asoma la verdad.

Y al querer más tiempo para abrirme a lo infinito,
bendigo la suerte de morir despacio
en este bosque humano de Madrid.
Queriendo a todos sin poder alcanzarlos,
perdido en el mundo tangible, inmediato,
voy sonriendo entre la gente
que mira extrañada
y entre lágrimas pienso: soy feliz.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Conchita

Pocos músicos pueden ostentar un comienzo de trayectoria tan fulminante como Conchita. Su primer disco, Nada más (2007) fue un éxito inmediato y canciones como Nada que perder, Puede ser, o Tonta, la proyectaron a la fama. Todavía esos temas siguen hoy sumando visitas en Youtube, que se cifran en los cientos de miles. El segundo disco, 4.000 palabras, tuvo una andadura más moderada (no podía ser de otra forma), aunque contiene canciones notables, como El manual, llena de ese humor característico suyo.

Conchita acaba de presentar su tercer trabajo, Zapatos nuevos, y se ha encontrado con una recepción menos entusiasta. Con una imagen sofisticada, los temas siguen su misma línea creativa: La guapa de la fiesta, canción llena de energía, Balones por los aires, soñadora, Me aburres, otra pieza de humor, y Quand reviendras-tu?, una balada clásica francesa que demuestra sus grandes posibilidades vocales. A pesar del gran interés de su trabajo (gracias y enhorabuena, Conchita!) el disco no tendrá tanto impacto, y vamos a explicar por qué.

Comencemos por el principio: antes que nada hay que destacar los enormes méritos de Conchita. Primero, es una artista integral porque realiza la música y la letra de todas sus canciones. En este sentido es una verdadera cantautora, lo que es lo mismo que decir poeta, porque pone delante del público sus experiencias y sentimientos. Pero, al hacerlo, no se limita a contar tristezas o desengaños, sino que sabe comunicar también un sentido positivo que es el que más fácilmente llega al gran público por medio de sus melodías. Hay cantautores franceses, españoles, latinoamericanos, aburridos, militantes políticos y divertidos. Conchita interpreta la vida con valentía, soltura y con una pizca de sal además de azucar, por lo que está bien equipada para cantarla de manera original. Además, Conchita es natural y sincera, y esto despierta una empatía inmediata con el auditorio, como se vio en su reciente actuación en Galileo.

Ahora bien, su nueva colección de canciones llega en un momento de desánimo y preocupación generalizados. Puede decirse que no coincide con lo que se llama en alemán Zeitgeist, espíritu de los tiempos. Un ejemplo sería el video filmado para la canción Balones por los aires, que contrasta con otras manifestaciones artísticas del momento. Esta disyuntiva entre el estilo intimista de Conchita y unos tiempos duros supone un verdadero reto para la artista. Será interesante ver cómo evoluciona en el futuro su enorme capacidad poética para abrirse desde su temática amorosa a una realidad compleja.
  
En el plano escénico, el concierto de Galileo fue luminoso y bien compensado. Conchita gana más cuando canta con menos instrumentos (como cantautora que empezó y que siempre será) que cuando se desliza hacia el rock con la batería demasiado protagonista. Por ejemplo, la ironía de su canción Tonta hubiera sido mejor apreciada con unos simples apoyos de guitarra. Igualmente, el público quiere que Conchita le mime, en lugar de “dialogar” tanto con su productor Pablo Cebrián y otros músicos. Con todo, la calidad de las letras y de la música se impone sobre la representación. Este aspecto es donde Conchita debería poner el acento, antes que en el éxito comercial con el que comenzó: cultivar una canción de autor inteligente para hablarnos de su visión refrescante del mundo.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Dejadme

La poesía es celebración de la vida, del amor y la naturaleza. Pero a veces se convierte también en parte de la lucha eterna entre el bien y el mal. No hay que engañarse: esa lucha forma parte también de nuestro universo.


Dejadme vivir solo mi dolor,
los años perdidos,
las condenas injustas,
las cortinas sobre los ojos,
los insultos vestidos de palabras de amor.

Anhelos traicionados,
un azul que parece gris que es vacío,
labios encadenados,
sufrimiento que solo entiende otro igual en el mundo,
dejadme vivir solo mi dolor.

Flotad en vuestras poltronas,
disfrutad de vuestra riqueza en el infierno,
sorbed vuestra estulticia,
la poesía no perdona,
dejadme vivir solo mi dolor.

Con la furia entre los dientes,
defenderse hasta el final del suplicio,
afirmar la evidencia en la noche sin alma,
romper el mal por la mitad para limpiar,
como un árbol partido,
dejadme vivir solo mi dolor.

Cantar, beber, bailar,
verbos que no consuelan,
alegría que da pena,
desaliento, lluvia que cae hacia adentro,
mundo difícil, gente animal,
dejadme vivir solo mi dolor.

Monstruos, tiranos, depravados,
ha llegado vuestra hoguera.
Arpías, brujas, carroñeras,
dejasteis de ser mujer.
Dolor inocente como un disparo,
paciente como una estrella fugaz.
Dolor viajero por el mundo
con escalas en cementerios,
hospitales y lugares de culto,
donde los humanos, inconscientes,
esperan poder sanar.

Dadme este dolor afilado,
dejadme hablar a los sordos,
apartad las nubes del vicio,
preparad a los ciegos,
yo quiero mi espada de verdad.

Vivir el dolor no es sufrir,
es regar el valor en la batalla,
sentir el bien en nuestro pecho,
luchar por los héroes desterrados,
y blandir ese dolor hasta vencer.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Haikus

He visitado la librería La Central en la plaza de Callao como se visita un templo del pensamiento. Hay tanto trabajo acumulado en sus muros y tanta sabiduría que infunde respeto. Por comenzar un diálogo con este espacio, el azar me llevó a la sección de poesía porque quería llegar a otra pero me entretuve allí.

Una de las ventajas de nuestro mundo global es que puede disfrutarse de la creación proveniente de todos sus rincones. En el pequeño espacio de La Central pude hojear poesías de Africa, hindues, alemanas o chinas, para comprobar cuánto de común tenemos los mortales. Ese viaje interior condujo también al haiku, esa forma de poesía japonesa minimalista y sensitiva, limitada a tres versos con estructura muy cerrada.

En su libro El espacio interior del haiku, Vicente Haya explica que la Naturaleza es el tema central de la poesía oriental mientras que el amor lo sería de la occidental. Pero el amor es egoista e individualista. En Japón no se entendería escribir haikus amorosos, asegura Haya, porque esos versos están destinados a lo innombrable, a la inmensidad de la vida.

Por ejemplo, leamos el haiku clásico:

Un ave migratoria cruza el cielo …
poco a poco, como tu,
me voy haciendo pequeño.

El lector occidental no sabe interpretar ese “como tu”, que parece referirse a un interlocutor humano, a un ser amado, etc. Cuando en realidad ese “tu” es el pájaro que pasa. El poeta quiere decir que su vida se hace cada vez más pequeña del mismo modo que el pájaro se aleja.

A pesar de esa limitación de contenido natural, y salvando también la estructura formal, usamos aquí el haiku como inspiración para hablar de un amor plasmado en la Naturaleza. Lo que debe permanecer del modelo japonés es la simplicidad.

Me pides definir el amor
y respondo
con el silencio.

Las hojas de los castaños
se mezclan con barro
de mi llanto.

Amor es un poema
que nunca hizo falta
escribir.

Amor es vencer
la fuerza de la gravedad,
llevar el tiempo atrás.

Amor es unión,
universo en ti,
hacerse pequeño.

O puedo decir koi suru 恋する
o shēn qíng  深情 
y lo escuchas en el viento.

Amor es plenitud de una flor,
alas de mariposa,
vida en tus manos.

Amor es música que alimenta
y no se puede
destruir.

Entre los setos llueve y miro,
mente transformada
en corazón.

Te llamo y te busco, amor,
y eres como el aire,
estás dentro y fuera.

miércoles, 31 de octubre de 2012

La despedida




Tengo que escribir un cuento jocoso sobre las despedidas. Erase un príncipe que se va y no termina de irse porque … bueno, habrá que leer el cuento. Pero hoy, sobre el mismo tema, propongo otro experimento: hacer poesía utilizando el esquema clásico de la lira.

De la admiración a los poemas de San Juan de la Cruz surgió el título de este blog. Su Cántico comienza con esa estrofa inolvidable de 7-11-7-7-11, y rima a-b-a-b-b.

Adonde te escondiste,
Amado, y me dejaste con gemido
como el ciervo huiste
habiéndome herido
salí tras ti clamando y eras ido.

Evidentemente, la situación que refleja es también una separación dolorosa, una ausencia, una despedida sin despedida, que se sucede en el Cántico con momentos gozosos y otros de misterio. Hoy recupero esa forma poética para indagar sobre el tema del adiós. Experimento que ha resultado interesante, porque la lira es poesía destilada y los versos cortos obligan a concentrar las ideas en unas cuantas sílabas.

A nuestra puerta llama,
pobre hechicera embellecida,
la mujer que no ama,
la palabra temida,
ha venido hiriente la despedida.

Nunca más, hasta luego,
hasta la vista, adiós, no más penas,
cincelada con fuego,
cubierta con arenas,
despedida convertida en cadenas.

Decirte adiós, mi vida,
es como decirse adiós a uno mismo,
la cordura perdida,
besar un espejismo,
buscar luz en el fondo de un abismo.

Aunque lo ha intentado,
mi mente a olvidar tu risa no acierta,
el partir de tu lado
deja una luz incierta
y el sol cada mañana no despierta.

Y al final tendrá que ser,
estaremos condenados a elegir
no respirar, no querer,
y en los astros escribir
que soñamos juntos antes de morir.

lunes, 29 de octubre de 2012

La fuerza de la poesía en Madrid

Hace unos días tuve la suerte de participar en un acontecimiento único. Decenas y decenas de almas se reunieron en torno a la poesía, para disfrutar del libro colectivo Enésima hoja, publicado por mi amiga Alicia Arés en Cuadernos del Laberinto. Fuera hacía viento o frío o ruido, ya no recuerdo, quizás soledad. Dentro, las mujeres más valientes, autoras del libro, desenredaban sus sentimientos ante los demás. Y lo interesante es que todos disfrutamos de esa puesta en común. Como dicen por las noches de Madrid: frente a la crisis, poesía, ... y algo de eso tiene que haber.

Es difícil destacar entre tantas autoras. Unas cortaban con bisturí las veleidades del amor. Verónica B, en su poema titulado Tragedias cotidianas dice:

Fueron cayendo una a una
implacables
metálicas
estridentes
todas las promesas.

Al vuelo, apareció la poesía innovadora, que pensé ya no existía. Saray Pavón (Ay! Saray) habla de la pasión de forma experimental:

Podría empapelar la ciudad
con estas ganas. Ardo.

Y Sylvia Gallego experimenta con ese momento sublime que todos hemos sentido alguna vez:

Mi silencio
acaricia tu ternura.
Ya
no
estamos.

En el libro aparecen buenos poemas, pero también versos que valen por un libro. Ana Barbadillo Clabburn escribe “A veces el silencio dura cinco largos años”. Aparecen también las reivindicaciones de la mujer, ese deseo de independencia insatisfecho. María Antonia García de León cuenta viajes lejanos (nunca sabremos si imaginados) y se siente “Libre por reencontrarme fuerte en la soledad”.

Pero no solo está lo feminista, también la femineidad. Juana Vázquez, con quien he compartido algunos Diablos Azules, utiliza un lenguaje de ruptura para explicar sus vivencias:

Yo que vivo a saltos
tratando de borrar
las horas de bruma y tedio
a base de cigarrillos SMS o vinos.

Y Esther Bueno Palacios pregunta a cualquier mujer:

¿Eres tú la que está detrás
escondida en los gestos de siempre?

Pero el amor todo lo vence. Estos versos deliciosos de Vanesa Torres detienen el tiempo:

Volveré algún día, seguro,
cerca de tus manos vivas.
Deseando que nada hubiese pasado.
Fue la vida que no se paró entonces,
como hubiésemos querido.

Para terminar cerca de Virginia Cantó, quien demuestra una vez más la fuerza secreta de la poesía.

Ahora estás como recién llovido
y aunque sigas suspirando casi besos
me reposan los músculos del alma
cuando hablamos,
cuando me observas de espaldas
y se derrumba mi pirámide de huesos,
la que rige el tobillo con mi nuca
y tu lengua con mis manos.

El libro sigue reflejando el milagro de la poesía en Madrid y más allá con poetas navegantes de mares de interior. Como hemos dicho en otra ocasión, Madrid derrama poesía. Lo único que se echa en falta en el libro es la contribución personal de la editora, que ha hecho con buena mano la selección: pero ¿por qué no has regalado también tus poesías, Alicia?

sábado, 20 de octubre de 2012

Beso corto y duradero



Copio aquí una poesía que me ha gustado de un autor argentino, que mantiene un blog titulado Panorámica Visión.




Un beso corto y duradero
escondido entre flores y escaleras.
Después de ese beso, nunca más voy a morir
pero, si muero, viviré siempre en ese beso.

Beso lleno de peligro, lazo mínimo sobre el corazón.
Un segundo.
Beso adolescente en el país de la experiencia,
manos hambrientas, labios hirientes, espinas clavadas en la conciencia.
Beso esperanza que no cesa, sueños de viento,
peonía que no es flor sino deseo, otro día atravesado de ilusión.
Un instante. Solo un instante.
Beso suave, puerta a un jardín desconocido,
mirada expectante cargada de infinito,
beso almíbar y salado como scone de crema dorado,
beso con sorpresa interior:
¿de dónde viene esta fuerza?

Un momento inapreciable.
Un beso que no das sino solo recibes, un relámpago de estupor,
en él, los miembros se pierden, el cuerpo vuela,
¿dónde queda el tiempo, mi amor?
Se desvanece.
Beso hiriente y profundo, que, de tierno, llega a dolorido,
beso que no existe ni en la memoria,
secreto nunca compartido.
Beso naciente y terminado
en el segundo que empezaba,
tan perfecto era.
Beso ardiente que quema,
el cerebro palpita,
y el árbol vive de savia nueva.
¿Ya termina?
Nube abierta del cuerpo, boca entregada,
beso ingrávido, corona cierta,
arrullo en silencio, don idílico,
una sonrisa por bandera.
Dulce inconsciencia.

Todo en un segundo,
beso húmedo en la nada,
rio de rocíos,
espacios innombrados, un hogar y un molino,
muérdago, espíritu,
amistad verdadera fundida en una lengua.
Beso tan hermoso, hiere tan dentro
que, al abrir los ojos, desaparece.
¿Has vivido así alguna vez un beso?

martes, 9 de octubre de 2012

La Granja

Este fin de semana hice un viaje a La Granja en Segovia – una visita más extraña de lo que hubiera deseado. A veces uno busca encontrarse con sus pensamientos, y ese jardín dormido en el hechizo parecía el lugar donde la mente puede liberarse. Desde la verja del Palacio, caminos anchos planean sobre paseos románticos entre fuentes de bronce falso y setos mimados.
            Los olores son ácidos y dorados, la vista se reposa sobre las hojas. Vagando  por el parque, una cuestión vio la luz, porque allí iluminó mi espíritu el origen de todos los desvelos: pero, ¿qué buscas en la vida? Frente a tantos reclamos, expuesto a multitud de exigencias, ¿qué es lo que realmente quieres hacer?
            De forma casi natural, apareció una revelación como el sol que se levanta: lo más necesario era amar. Sí, me dije, es preciso un amor rotundo, he de encontrar una persona perfecta que colme estos anhelos.
            Cuando, en la revuelta de una senda, me encuentro solo, la gente ha desaparecido, y una joven vestida de blanco pregunta descarada:
              Buscas a Diana cazadora?
            Sé que la fuente de Diana está al lado, galante sonrío, y digo:
             Claro, no serás tu Diana acaso?
            Ella devuelve el requiebro y responde:
            – Tu debes ser el que persigue la felicidad. Sabes que al final Diana dio muerte al cazador, verdad?
            Inmediatamente mi sonrisa quedó helada porque la visión desapareció.
Un tanto preocupado, confundido por el encuentro, seguí subiendo la ladera para volver a mi reflexión. Los inmensos cedros del Líbano y las gigantescas sequoyas junto al parterre de Andrómeda me detuvieron por un instante.
            Al contemplarlos pensé: ya está!, la lección más importante que ofrece la vida es que todo debe estar en equilibrio, y debemos guardar las raíces en la tierra. Pensé: quién fuera tronco fuerte amarrado a la verdad para mirar inamovible el transcurso del tiempo!.
            Un viejo que cruzaba dijo sin mediar otra palabra:
            – Y a qué verdad te vas a agarrar?
            Miraba irónico como un espectro.
            – Te preguntas qué buscas en la vida y te sigues engañando. Dilo en serio – me conminó.
              La fama – mentí.
              Entonces tienes que seguir subiendo hasta hallar la fuente de Pegaso.
            Aturdido, llegué hasta la fuente y vi la fama en lo alto, ese gran pájaro de cien ojos que todo lo ve y vuela sobre la ignorancia. La fuente está construida como un prodigio de ingeniería que, al funcionar, lanza el agua a cuarenta metros de altura y moja a todos los que la admiran.
            Durante un tiempo rodeé el peñasco, intentando descubrir los secretos que guarda la fama. Me devanaba inquiriendo sobre lo que debo hacer para alcanzarla. Es acaso lo que busco? Y si de verdad era ese el objetivo, qué triste es pasar de largo! Ya está!, cavilé. Esta es la razón del desasosiego! Nunca podré tener el reconocimiento que merezco.
            Un niño rubio de cabeza grande y cabellos rizados tocó mi cintura y me sacó del aturdimiento. El niño miraba con ojos de agua y labios de horizonte. Era sabio por dentro, bello por fuera.
            – Qué es para ti la fama?
            – Nada, respondí.
            – Entonces, sigue subiendo, la respuesta siempre está más allá.
            Sin saber muy bien lo que hacía, porque a esas alturas del paseo me hallaba más perdido que antes, continué la pendiente que asciende la ladera en la mañana otoñal. En ese espacio, el bosque sustituye a los jardines, y el orden se pierde. Durante un momento uno cree que está en medio de la montaña y, por eso, siente que ha vuelto a nacer.
            Al terminar el camino, por fin, se abre una planicie donde se ve el cielo, y donde duerme el lago que llaman el mar. Al fondo hay una caverna, como si los riachuelos que alimentan el lago salieran de un lugar misterioso, cuando en realidad bajan fieles el valle, como cualquier otro riachuelo en cualquier otro valle del mundo.
            El lago baña una casa amarilla que parece construida solo para hacer más armonioso el paisaje. Alrededor del estanque se levantan pilastras cuadradas de sólido granito, guías firmes que sustentan un filo de madera, el cual, como el destino, se pierde de la vista humana.
            No sé por qué, al contemplar ese mar, comprendí el sentido de mi vida. El lago va llenándose de agua de lluvia y de arrastre, lentamente, respetando las estaciones, para luego alimentar el parque y las fuentes. En días señalados, el agua del lago se abre, y riega, alimenta, enriquece, embellece, nutre y limpia todo lo que encuentra a su paso. Después, el mar pierde su nombre y espera paciente nueva agua para poder cumplir su función.
            Como ese lago es mi vida, aunque no puedo explicar por qué.



domingo, 30 de septiembre de 2012

Unas diez veces de ti







Me acuerdo unas diez veces al día de ti.

La primera, antes de despertar
y antes de acordarme que me acuerdo de ti,
entre sueños no sé qué recuerdo
pero creo que me acuerdo
de ti.

La segunda vez al desayunar
sin hablar de la ducha
una lluvia seca entre algodones
por no estar cerca de ti.

Por no estar cerca,
hundo el pan en la yema
huevo frito terrenal, pan tierno,
y no recuerdo que no estas aquí.

La tercera al caminar,
la gente se apresta, persiguen su prisa,
van al trabajo,
olvidan que no viven
y yo que estoy lejos de ti.

Me acuerdo también en mi pantalla
porque dentro estás tu a veces
en imagen hecha de electricidad
vale más que mil abrazos,
esos imposibles,
luego se cierra y desapareces.

La quinta al fumar, cuando respiro
hacia adentro y recuerdo ese momento
en que la mirada se funde con el día
y aparecen vivas las tropelías
que no hicimos más que en el recuerdo.

Me acuerdo de ti al sonreir
en el alero de cualquier sonrisa
que no puede superar
la risa espontánea y abierta
esa que no puede frenar
la risa que nace sin hablar al vernos.

Siete, cuando sueño despierto,
cuando las cosas van bien,
cuando me halagan,
cuando todo reluce como lentejuelas doradas,
me acuerdo de ti porque despierto y no estoy contigo
y me pongo triste por no poder compartir.

En octavo lugar, me acuerdo también de ti
en los momentos tristes,
los tuyos no los míos, esos que escondes tan bien
en unos ojos alegres, colmados de ríos
y en frases tan extremas
que los demás no se dan cuenta
que gritas al vacío.

Me acuerdo de ti a las nueve,
al caer el día de recuerdos,
un crepúsculo entre cerveza o vino,
una anécdota fugaz, un niño,
una memoria que se agranda
al llegar a la esquina
y se pierde al adiós de un amigo.

Y diez, me acuerdo igual
en otros diez momentos más
que ahora no puedo recordar
porque son muchos los minutos
cuando el corazón salta
al pensar que no tiene sentido
otro segundo sin tu abrigo.

Esperando esa espera imposible,
amontonando recuerdos,
tiempo infinito que aguarda
en silencio decidido,
pena eterna de ausencia,
cada instante del día,
anegando el olvido,
me acuerdo de ti.