viernes, 10 de febrero de 2012

Siempre quedara la musica



Cortesia de un buen amigo, asisti a un concierto de la Orquesta de Paris en el Auditorio Nacional. Atras queda la ciudad llena de ruidos, entramos en ese espacio de dibujos del silencio. El programa era casi todo Ravel, y aqui los organizadores apostaron demasiado fuerte porque, a nuestros oidos descreidos, mucho Ravel puede resultar empachoso. La Rapsodia Española, que quizas era la pieza fuerte del programa, resultaba como un cultivador de ostras frances bailando flamenco. Con todo, la fuerza que tiene Ravel para deconstruir (décortiquer en la lengua vecina) las melodias fue muy efectiva en su Vals. Ese ritmo tiene una gracia especial, que hace levantar los pies y volar, pero Ravel lo analiza, lo disecciona y nos muestra sus componentes a traves de los diversos registros de la orquesta, para comprender que un vals no es un vals pero debe ser un vals.

El momento mas sublime del concierto fue la introduccion de Tzigane, cuando el violinista Philippe Aiche se explayo solo como verdadero virtuoso durante cuatro minutos, mientras la orquesta y el director aguardaban atonitos. Aiche hizo cantar a su violin como la voz humana, con palabras de madera y caramelo, y daba igual que simulara a un zingaro o las cuerdas hungaras o los pizzicatos italianos, lo importante era que penetraba en las mentes para sugerir poesia (aqui lo interpreta Leonard Schreiber con mucha menos alma). A todo esto, Lorin Maazel, el director, poco podia responder, debido a su edad senecta. Aunque Maazel estuvo mas animado con el Aprendiz de Brujo de Dukas, una pieza que en si misma es un relato, y con el bis final, es demasiado anciano. Lo que plantea la cuestion de si las grandes personalidades, aunque hayan sido excelentes en su campo antes como el mismo Maazel, no deberian retirarse en el momento idoneo para guardar el buen recuerdo de su carrera.

Lo mejor de la orquesta vino con el regalo final, que los musicos tocaron de memoria y con brio. La Guia de la Orquesta para Jovenes de Britten, sobre un tema de Purcell (aqui interpretada por la Orquesta de Gijon), sea cuando sea y como sea, viene a congraciarnos con la historia. En esa ultima exhibicion, la Orquesta de Paris demostro lo que vale, mas alla de la preparacion de un programa conveniente. En todo caso, el disfrute de la buena musica volvio a ocurrir en Madrid como por milagro. Pasa a escondidas, solo unos pocos pueden saborearlo, a veces es musica clasica, otras ligera y moderna. Pero siempre nos salva la musica. Contra la sinrazon, frente al desamor, ante los males del mundo que algunos futuristas vaticinan en el horizone, la musica es el consuelo mas profundo. Uno recuerda que, en tiempos oscuros, en los peores momentos de la historia, la creacion ha permitido transcender. La destruccion del silencio puede ser reparada por unas notas de violin. En la inmensidad de un universo sin vida, siempre quedara la musica.

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