El fin de año es tiempo de hacer balance. En 2013
aparecieron dos sencillos libros de poesía que abrieron una puerta distinta al vasto
mundo de la creación literaria. Supuso el inicio de una rica experimentación
con el lenguaje poético que ha continuado hasta hoy, aunque todavía no se vean
los frutos. El amor ha enraizado dentro y ya no se refiere a una experiencia
concreta sino a algo más profundo, con una componente vital indescriptible. Pero,
aparte de esta modesta producción, importa seguir disfrutando de la creación
artística de otros, clásica y moderna, que siempre contribuye al proceso
personal. Madrid ofrece multitud de actividades de todo tipo, teatro,
literatura, cine, música, en las que es necesario implicarse de lleno. Además,
en el rescoldo privado del hogar, las posibilidades de seguir apreciando las
buenas obras de todos los tiempos son inmensas. Supongo que las personas
inquietas que vivieron en siglos anteriores palidecerían al comprobar que hoy uno
puede escuchar ópera, leer los clásicos o ver películas de todo el mundo en su
espacio personal. Esto es un privilegio que quizás no sabemos valorar en toda
su dimensión.
Al final del año pasado reflexionaba sobre la buena
fortuna. La vida es una combinación de buena y mala suerte, por lo que es muy
importante saber navegar con todos los vientos y poner el barco en la buena
dirección. De cara al futuro, el Norte que apunta entre la oscuridad es una
reflexión ambiciosa sobre el destino del mundo y la humanidad. Esperemos que
los vientos sean propicios, que el piloto sepa seguir su estrella, y sacar
fuerzas de flaquezas para llegar a ese puerto ideal.
La noche y su silencio,
te rezo a ti, Universo,
espíritu puro, Creación,
dame con el sueño
un mundo de razón,
extingue el fuego animal,
haz luz del silencio
y un pan de fuego,
descansa la tierra
dolida por dentro,
danos lo eterno,
domina los instintos
y con nuestra ayuda
haz un día nuevo.
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