La escena clásica en Madrid es un placer de buenos efectos
secundarios. Este año hemos podido disfrutar obras extraordinarias y alguna
sorpresa remarcable. La sorpresa ha sido la música de José de Nebra, cuya obra Iphigenia en Tracia ha iluminado
el Teatro de la Zarzuela. Se trata de una ópera de tema mitológico, con melodías
de terciopelo que se transforman fácilmente en fiestas de cohetes y sonrisas.
José de Nebra, nacido en Calatayud en 1702, sirvió de organista y compositor en
la corte madrileña hasta su muerte en 1768, junto a músicos del calibre de
Scarlatti y Boccherini. Algo anterior a Mozart, Nebra es un fenómeno poco conocido. Su música escénica,
así como su Requiem para Bárbara de Braganza, son de tal imaginación y calidad que
lo hacen el gran compositor español del siglo XVIII. La combinación en su obra entre aires académicos, como los de grandes
músicos europeos de su época, y aires populares españoles, convierte a Nebra en
un adelantado a la música que vendrá un siglo después. La representación en
Madrid de Iphigenia nos permitió descubrir su magnífica obra, dejando de lado, eso sí, el libreto original, más bien malo (Mozart, en cambio, contó con los buenos libretos de
Ponte y Schikaneder).
También hemos disfrutado en Madrid La Celestina con José Luis Gómez, genial actor y director que supo transmitir toda la fuerza de una historia tan
preñada de vida. La puesta en escena en el Teatro de la Comedia, con llenazo
todos los días (después de estar en Abadía), demuestra que la Tragicomedia de Calixto y Melibea (el nombre
con el que deberíamos conocer esta obra maestra) debería representarse sin
cesar para disfrute de jóvenes y menos jóvenes. Hablando de obras que no
deberían bajar de los escenarios, El perro del Hortelano de Lope de Vega es una
comedia deliciosa, que también hemos saboreado de nuevo, donde se destaca el
papel de la mujer en la sociedad. Teniendo en cuenta los geniales vericuetos de
la narración, el realismo en los personajes y el divertido final, esta obra
supera sin duda a las más celebradas comedias de Shakespeare (en tragedia el
inglés supera a Lope, que tampoco era manco en esto).
En fin, el enorme éxito del ballet Don Quijote, con coreografía de José Carlos Martínez, director de la Compañía Nacional de Danza,
estrenado en diciembre de 2015, obligó a una primera gira por España y a una
reposición en Madrid a lo largo de diciembre de 2016. El ballet sigue la música
del austríaco Ludwig Minkus, desde su primera representación en el Bolshoi en
1869, quien se inspiró en el folklore español con mesura para hacer una obra
equilibrada donde puede lucirse la puesta en escena. En la representación de la
Compañía Nacional de Danza, el primer y el tercer actos son coloridos y alegres,
los cuadros permanecen en la retina. El segundo acto es simplemente inolvidable.
Los pasos a dos, la danza de los gitanos, Don Quijote persiguiendo a su Dulcinea
ideal en la penumbra entre bailarinas de luz son momentos estelares. ¡Bravo a José
Carlos y a todo su elenco!
Estas interpretaciones actuales de obras clásicas confirman
que la cultura española está bien viva y puede seguir bebiendo de fuentes que
no se agotan, al mismo tiempo que renueva su sangre.
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