sábado, 12 de mayo de 2012

El arte del deporte

Las vasijas griegas, que nos dejaron todo un álbum de imágenes de aquel tiempo, están llenas de escenas deportivas. La devoción de los antiguos por tales competiciones, que demostraban la perfección del cuerpo y de sus habilidades, quedan patentes también en la literatura, por ejemplo cuando la Odisea cuenta que el propio protagonista era capaz de competir en ciertas lides a pesar de su edad madura. En puridad, no hay tanta distancia entre el arte y el deporte, si este último se interpreta como superación de los límites físicos por medio del esfuerzo y la belleza.

En el Open de tenis que se está jugando en Madrid, sobre una absurda playa azul (alguien debería haber dicho a los organizadores que el mar es azul y la arena de otro color), hemos podido admirar a Roger Federer, uno de los jugadores más nobles y capaces que ha dado el tenis mundial. Es flexible como un junco, elegante como un cisne, y discurre por la pista con una naturalidad y sencillez que enamora (como si después uno fuera a tomar un refresco con él). En lugar de empujar la pelota al otro lado de la pista, Federer se ingenia una danza ágil para acariciarla y sacar el máximo provecho a las leyes de la dinámica, todo ello de manera tan grácil que parece no costar esfuerzo. Federer es el tenis hecho arte.

Otro aspecto distinto y sorprendente del acto social que es el mismo torneo ocurre en el momento que las cámaras alrededor de la pista enfocan a algunos espectadores famosillos, como Cristiano Ronaldo. Entonces, el público se enardece y, si ese fenómeno publicitario, con el pelo encrestado y colgantes metálicos, se digna a hacer un gesto de deferencia hacia el respetable, entonces casi todo el estadio se pone a delirar. Este deportista es tosco, soberbio y engreído. Las estadísticas demuestran que no sale con éxito ni del treinta por ciento de los regates que emprende y, aunque ha marcado muchos goles, falló el penalty crucial en la semifinal del Bernabéu. ¿Es aceptable que tantos millones de euros juntos fallen ese tiro?  ¿Seguirá siendo alabado siempre haga lo que haga?

La verdad es que este jugador tan famoso como poco elegante viene en pareja con Mourinho, un entrenador tan mal educado como agresivo. Este otro fenómeno de las relaciones públicas, con un síndrome acusado de Napoleón, acaba de soltar una nueva perla al decir: “nuestro estilo es imposible de mejorar”. Hombre, ganar quizás ganen, pero, salvo en contadas ocasiones, mucho estilo no ha demostrado este Real Madrid. Es una pena que un club de fútbol con tanta historia y tan admirado en todo el mundo tenga que soportar los malos modos de este caprichoso ególatra. En el fútbol también hay deportistas de clase como Federer.

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