Pocos músicos pueden ostentar un comienzo de trayectoria tan fulminante como Conchita. Su primer disco, Nada más (2007) fue un éxito inmediato y canciones como Nada que perder, Puede ser, o Tonta, la proyectaron a la fama. Todavía esos temas siguen hoy sumando visitas en Youtube, que se cifran en los cientos de miles. El segundo disco, 4.000 palabras, tuvo una andadura más moderada (no podía ser de otra forma), aunque contiene canciones notables, como El manual, llena de ese humor característico suyo.
Conchita acaba de presentar su tercer trabajo, Zapatos nuevos, y se ha encontrado con una recepción menos entusiasta. Con una imagen sofisticada, los temas siguen su misma línea creativa: La guapa de la fiesta, canción llena de energía, Balones por los aires, soñadora, Me aburres, otra pieza de humor, y Quand reviendras-tu?, una balada clásica francesa que demuestra sus grandes posibilidades vocales. A pesar del gran interés de su trabajo (gracias y enhorabuena, Conchita!) el disco no tendrá tanto impacto, y vamos a explicar por qué.
Comencemos por el principio: antes que nada hay que destacar los enormes méritos de Conchita. Primero, es una artista integral porque realiza la música y la letra de todas sus canciones. En este sentido es una verdadera cantautora, lo que es lo mismo que decir poeta, porque pone delante del público sus experiencias y sentimientos. Pero, al hacerlo, no se limita a contar tristezas o desengaños, sino que sabe comunicar también un sentido positivo que es el que más fácilmente llega al gran público por medio de sus melodías. Hay cantautores franceses, españoles, latinoamericanos, aburridos, militantes políticos y divertidos. Conchita interpreta la vida con valentía, soltura y con una pizca de sal además de azucar, por lo que está bien equipada para cantarla de manera original. Además, Conchita es natural y sincera, y esto despierta una empatía inmediata con el auditorio, como se vio en su reciente actuación en Galileo.
Ahora bien, su nueva colección de canciones llega en un momento de desánimo y preocupación generalizados. Puede decirse que no coincide con lo que se llama en alemán Zeitgeist, espíritu de los tiempos. Un ejemplo sería el video filmado para la canción Balones por los aires, que contrasta con otras manifestaciones artísticas del momento. Esta disyuntiva entre el estilo intimista de Conchita y unos tiempos duros supone un verdadero reto para la artista. Será interesante ver cómo evoluciona en el futuro su enorme capacidad poética para abrirse desde su temática amorosa a una realidad compleja.
En el plano escénico, el concierto de Galileo fue luminoso y bien compensado. Conchita gana más cuando canta con menos instrumentos (como cantautora que empezó y que siempre será) que cuando se desliza hacia el rock con la batería demasiado protagonista. Por ejemplo, la ironía de su canción Tonta hubiera sido mejor apreciada con unos simples apoyos de guitarra. Igualmente, el público quiere que Conchita le mime, en lugar de “dialogar” tanto con su productor Pablo Cebrián y otros músicos. Con todo, la calidad de las letras y de la música se impone sobre la representación. Este aspecto es donde Conchita debería poner el acento, antes que en el éxito comercial con el que comenzó: cultivar una canción de autor inteligente para hablarnos de su visión refrescante del mundo.